martes, 17 de julio de 2012

Mi Ángel de la Guarda - Capítulo 3: Explicaciones

El chico me miró, incrédulo, con los ojos amarillos abiertos como platos. Evidentemente, no se explicaba cómo había llegado yo a encontrarle, cómo había averiguado dónde vivía.
En realidad, yo tampoco. Después de tantos años, ver cómo mi salvador está delante mía, cómo puedo hablarle...
Tenía muchas cosas que decirle, pero sólo una excusa se abrió paso en mis labios.
-Se... se te cayó esto -dije mientras le entregaba el móvil.
Ahora me miraba con una mezcla de desconfianza y sorpresa. Tal vez pensaba que se lo había robado o algo.
-Gracias -me respondió con un tono glacial.
Lo primero que pensé fue que su voz era preciosa. Al escucharla, sentía como si fuera casi... mágica.
Pero no tuve tiempo de seguir pensando en ello, porque en esos momentos cerró la puerta dando un portazo y nos dejó plantadas en el descansillo.
-¿Qué? -soltó Susan, indignada.
Aporreó la puerta con los puños, enfadada.
-¿Qué haces? -musité, preocupada. ¿Y si los vecinos abrían su puerta y veían a Susan aporreándola como loca? Seguro que pensaban que veníamos del manicomio.
Pero sus esfuerzos dieron resultado; al cabo de un rato, mi "Ángel de la Guarda" abrió la puerta, con aspecto cansado.
-¿Qué queréis? -preguntó con un bostezo.
Las mejillas se me encendieron al ver que no llevaba puesta ninguna camiseta. Iba sólo en vaqueros, y se apoyaba en el marco de la puerta con toda naturalidad, como si ninguna loca hubiera estado aporreando antes su puerta.
-Una explicación -respondió Susan, impasible.
Me pareció que, por un momento, el chico reía burlón. Pero paró tan deprisa que no supe si me lo había imaginado o no.
Paró de apoyarse en el marco de la puerta y me miró fijamente.
-Sólo hablaré con Lía -anunció.
¿Cómo sabía mi nombre? Bueno, era de esperar, siempre sabía cuándo estaba en peligro y cómo salvarme... Pero no me había esperado aquello. Yo ni siquiera sabía el suyo.
Susan me miraba, escrutadora, tratando de adivinar cualquier emoción en mi rostro. Tratando de parecer igual de impasible, respondí:
-De acuerdo.
Mi "Ángel de la Guarda" me sostuvo la puerta para que entrara, y, una vez en el umbral, me volví para despedir a Susan. Articulé con los labios: "Ve a casa, tengo muchas preguntas que hacerle". Ella asintió, comprendiendo, cogió a Tommy y bajó las escaleras.
Cuando estuve en el piso, miré la habitación que había delante mía: el salón. Era pequeño, con un televisor y dos sofás de una plaza. Entre ellos había una mesita, donde se encontraban algunos periódicos que parecían antiguos.
Una alfombra clara cubría el suelo hasta los sofás, y algunos cuadros abstractos cubrían las paredes.
Mi "Ángel de la Guarda" se sentó en uno de los sofás, y palmeó el otro, invitándome a sentarme.
Una vez estuve acomodada, sólo se me ocurrió una pregunta que hacerle.
-¿Quién eres?
Cuando hube pronunciado esas palabras, me di cuenta de que sonaba algo maleducado. Seguro que él esperaba que le preguntara algo más interesante, algo más importante que eso. Pero yo nunca había pensado realmente que ese momento llegara, así que no había pensado las preguntas que iba a interrogarle.
-No puedo decirte muchas cosas sobre eso -contestó tranquilamente-. Pero sí puedes saber mi nombre.
Cambió de postura. Era evidente que esa situación le incomodaba. Pero, ¿por qué? ¿No era algo normal que las personas tuvieran nombre?
-Me llamo Zael -dijo finalmente-. No soy de por aquí.
¿Que no era de por aquí? ¿Y cómo me había salvado hacía siete años? No encontraba esa pregunta muy... fácil de expresar, así que no la planteé.
Pensé cómo podía preguntarle la razón de que me salvara en esas dos ocasiones. No era una pregunta fácil, así que estuve reflexionando un rato.
-¿Por qué...? -empecé, tratando de buscar las palabras-. ¿Por qué me salvaste?
Me miró a los ojos, y sentí un escalofrío.
-Sé cómo me llama tu amiga -comentó-. "Ángel de la Guarda". Debo decirte que no existen tales criaturas, son sólo invención del ser humano para explicarse la buena suerte o la capacidad de "escapar" de un accidente. Yo no soy un Ángel de la Guarda, si es lo que me querías preguntar.
>>Te salvo por razones distintas. Es algo... personal. No tiene nada que ver con la protección que te daría un Ángel de la Guarda, porque mientras que ellos te "siguen" a todas partes y son invisibles a la vista (según lo que he observado en los seres humanos), yo soy perfectamente material y me puedes ver. No voy contigo a todas partes, como puedes observar tengo casa, y móvil. Pero tampoco soy alguien normal. Tenías razón en esa parte del asunto.
Calló, pensativo.
No me había dado mucha información, de momento. Sabía que su nombre era Zael, que no era mi "Ángel de la Guarda" y que tampoco era normal. Lo de no ser normal ya lo había deducido por mi cuenta, lo del "Ángel de la Guarda" tampoco creía que fuera a ser cierto, ya que era sólo un apodo inventado por Susan.
Pero su nombre... bueno, a Susan le gustaban mucho las leyendas de todo tipo, así que me habló mucho sobre los ángeles. Sus nombres tenían una curiosidad.
Todos acababan en "el". Están Miguel, Rafael, Gabriel... Todos ellos cumplen esa pequeña "norma".
Y Zael también acaba en "el". ¿Sería solo una coincidencia?
-Si te cuento lo que soy -continuó, sobresaltándome; ya ni recordaba que estaba allí-, entonces respondería a tu primera pregunta. Mañana, cuando salgas del instituto, te estaré esperando delante de tu casa. Te contaré todo lo que quieras saber, incluido lo que soy.
>>Ya se te está haciendo tarde. Te dijeron que no pasaras de las nueve... y quedan cinco minutos para que tu toque de queda entre en vigor.

Cuando fui al instituto al día siguiente, sólo podía pensar en lo que me había dicho Zael. Ese día me contaría todo lo que quisiera saber... Y yo ya había pensado muchas preguntas que hacerle.
-¡Hola, Lía! -me saludó Emma, una de mis amigas.
Emma era segura de sí misma, y sugería todos los planes de salida con el grupo. Era enérgica, así que imponía respeto a todo el mundo; alegre, aunque sólo a veces, y muy extrovertida.
Le gustaba encerrarse en su habitación para tocar la batería, algo de lo que sus padres se quejaban a menudo, porque aporreaba los tambores con la fuerza de un camión.
-¡Hola! -respondí con una sonrisa.
Se nos unieron Marlene y Susan, y entramos todas juntas en clase.
Susan y yo habíamos decidido que no le contaríamos a nadie lo de Zael, ni nada de lo que había pasado. Ni siquiera a Marlene y Emma. Sí, eran nuestras amigas, pero hay secretos que ni siquiera puedes contar a algunas personas a las que aprecias.
La mañana se pasó muy rápido, y en lo que a mí me pareció una simple hora ya habíamos acabado las clases de ese día.
Yo estaba algo nerviosa; Zael me estaría esperando frente a mi edificio y, cuando estuviéramos comiendo, me explicaría todo lo que yo necesitara saber.
Lo único que me preocupaba era qué dirían mis padres cuando vieran que había llevado a Zael a casa.
Cuando llegué a la puerta del edificio, vi a Zael observando las rosas del camino. Ese día se había recogido la corta melena en una coleta, y llevaba una camisa que ondeaba con la brisa.
Le dirigí una sonrisa, aunque enseguida la borré de mi rostro. ¿Qué pensaría de mí si me tomaba tanta confianza? Sin embargo, me quedé muy sorprendida cuando vi que él me devolvía la sonrisa.
-Buenos días -saludó alegremente-. ¿Qué hay de comer?
Lo dijo con un tono de broma, pero yo le respondí:
-Pizza. Mis padres me encargaron unas por la mañana, podemos volver a calentarlas si quieres.
-No hace falta -aseguró-. Me gusta la comida fría.
Subimos por las escaleras hasta mi piso, abrí la puerta con las llaves -nunca se me volverían a olvidar- y entramos.
Enseguida me hice una pregunta estúpida: ¿qué opinaría Zael de mi casa?
Sin embargo, no parecía que tuviera ganas de mirar mi casa, así que fuimos directamente a la cocina. Abrí el cartón de las pizzas, y serví dos trozos en cada plato. Faltaban tres pedazos en cada pizza, así que sospeché que mi padre se había levantado con hambre.
-¿Y bien? -me preguntó Zael-. ¿Qué querías preguntarme?
Tragué un mordisco de pizza.
-Quería saber quién eres en realidad -respondí mientras alzaba de nuevo la pizza.
Zael rió, divertido.
-Está bien.
Dejó el trozo de pizza sobre el plato, y me miró fijamente a los ojos, como siempre hacía.
-Soy un ángel -declaró. El corazón se me aceleró; así que, ¡era cierto!-. Pero no un Ángel de la Guarda, te dije que no existen. Te protejo por otras razones, razones que no deberías saber hasta que pase mucho tiempo.
>>Los ángeles vivimos en unas islas no identificadas en los mapas, ni siquiera yo sé dónde se encuentran. Una isla es para los ángeles claros... y otra para los oscuros.
>>Los ángeles claros somos aquellos que defienden la justicia, por así decirlo, el peso bueno de la balanza. Los ángeles oscuros, sin embargo, son ángeles blancos a los que han tentado para desafiar esa justicia.
>>Nosotros tenemos la misión de acabar con Chaos, el ángel que desafió la justicia y convenció a otros ángeles para que hicieran lo mismo. Pero no es tan fácil: cada vez más ángeles claros deciden cambiarse de bando e irse con Chaos. Y quien se une a su causa, ya no es capaz de salir de ella.
Lo dijo con un tono de sufrimiento, algo tan inaudito en su voz... que me hizo sentir verdadera lástima por él y por todos los demás ángeles.
-Hay algo que también debo decirte, Lía -dijo Zael, sacándome de mis pensamientos-. Tú también eres un ángel.
-¿Qu-qué? -fue lo único que pude articular.
¿Un ángel? No es posible. Creo que me habría dado cuenta, ¿no? No es algo tan simple como eso.
-Debe de haber una equivocación -afirmé, aunque la voz me temblaba.
-No, Lía, no. Nunca nos equivocamos con estas cosas, eso tenlo por seguro. Eres un ángel, un ángel claro, como muchos otros que habitan cerca.
¿Cómo era posible? ¿Lo sabían mis padres? No, no creo... aunque, si yo tuviera una hija ángel, me daría cuenta de lo que era, ¿no?
-Te estarás preguntando si tus padres lo saben -adivinó Zael-. Sí, ellos te criaron sabiéndolo. Te adoptaron, Lía, hace catorce años. Eras sólo un bebé, con dos alitas emplumadas a la espalda, que agitaba las manitas como cualquier otro.
No. Me negaba a aceptar eso. ¿Mis padres, a los que había apreciado tanto, no eran biológicos? Imposible.
Sin embargo... Me resultaba difícil no creer a Zael después de todo lo que había ocurrido, lo que había pasado. Al fin y al cabo, me prometió explicaciones, y yo sólo podía creer que eran reales.
Así que... yo soy un ángel, mis padres no son mis padres... Y mi mundo está vuelto del revés.

2 comentarios:

  1. O.O es genial!!!! el el libro ha cogido mucha fuerza en tan solo 3 capítulos :D
    Sigue así!!!

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  2. Como molaaaaaaaaaa tienes mucha creatividad, sique escribiendo asi de bien ^.^

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